Nuestros
queridos y necesarios docentes celebraron su día extrañando "los abrazos y
besos" de sus alumnos y alumnas.
Esta
situación es un hecho inédito desde aquella primera vez, en 1945, que se
estableció el 11 de septiembre como Día del Maestro en la Argentina, en
conmemoración al fallecimiento de Domingo Faustino Sarmiento, allá por 1888.
Esta
pandemia sacó a flote la realidad en la que estaba inmersa la escuela, las
falencias, desigualdades, la falta de tecnología y de capacitación; pero
también expuso y jerarquizó el rol docente, la dedicación, creatividad e
ingenio que cada maestro pone para mantener el vínculo con sus alumnos.
Los
educadores multiplicaron los esfuerzos para garantizar la continuidad de la
enseñanza y reducir las desigualdades educativas que ya existían. Reinventándose
para lograr que sus estudiantes, lejos, en otro lugar, sin muchos recursos,
puedan aprender de forma significativa. Desarrollando las emociones y valores
de la solidaridad, la generosidad, el cuidado del otro, la responsabilidad por
lo colectivo, la alegría, la resiliencia, el amor y el privilegio de la vida.
