01 abril, 2022

2 de abril: Malvinas nos une


 

Estudiantes y docentes de séptimo grado estuvieron a cargo del acto conmemorativo del Día del Veterano y Veterana, ex Combatientes y Caídos de las Islas Malvinas, el pasado viernes.

En el marco de los 40 años del conflicto del Atlántico Sur, ratificamos, como hace ya casi 200 años, el reclamo por ejercicio de la plena soberanía argentina sobre las Islas Malvinas, Georgias del Sur, Sandwich del Sur y los espacios marítimos correspondientes.

¿POR QUÉ LAS MALVINAS SON ARGENTINAS?

Desde hace casi dos siglos, Argentina reclama la recuperación de la soberanía en las islas Malvinas, Georgias del Sur, Sandwich del Sur y los espacios marítimos circundantes. En 1833, Gran Bretaña invadió y ocupó las islas, expulsando a sus autoridades y a parte de su población, quebrando de este modo la integridad territorial argentina.

Se trató de una usurpación, ejercida por la fuerza y sin argumentos jurídicos por parte del país europeo que llevaba adelante un proceso de expansión territorial. Por su posición estratégica cerca de los dos océanos, el archipiélago fue objeto de disputa de distintas potencias imperiales de la época.

Desde esa usurpación, nuestro país realizó reclamos ante el gobierno británico, solicitó arbitrajes internacionales y recurrió a los organismos multilaterales que se conformaron en el siglo XX. A pesar de lo que dictaminaron esos foros internacionales, al día de la fecha el Reino Unido no ha brindado una respuesta al reclamo de soberanía.

Argumentos geográficos, históricos y jurídicos

·        Desde un punto de vista histórico, la República Argentina reclama la soberanía porque dichas islas son territorio heredado de la Corona española y porque ejerció actos de soberanía tras la Revolución de Mayo y la Declaración de Independencia.

·        Desde el punto de vista geográfico, la República Argentina reclama la soberanía porque las islas del Atlántico Sur forman parte de la plataforma continental argentina.

·        Y desde un punto de vista jurídico, porque Argentina nunca dejó de reclamarlas, porque considera que la ocupación británica constituye una violación de la integridad territorial argentina y porque, en este marco, Naciones Unidas reconoce la existencia de un conflicto de soberanía entre nuestro país y el Reino Unido, que insta a resolverlo mediante la negociación entre ambos países.

 ¿QUÉ PASÓ EN LA GUERRA DE MALVINAS?

El 2 de abril una fuerza conjunta argentina desembarcó en las cercanías de Port Stanley, pronto rebautizado como Puerto Argentino, y recuperó las islas luego de breves combates. Los responsables políticos de esta decisión fueron

los dictadores Leopoldo Galtieri y el Jefe de la Armada, Jorge Isaac Anaya, quienes pretendían forzar a los británicos para iniciar negociaciones.

De hecho, durante abril, la actividad diplomática estuvo relacionada con el conflicto bélico. Los países latinoamericanos apoyaron la posición argentina, salvo excepciones, ya que en las votaciones de los organismos internacionales se abstuvieron tres países: Chile, Colombia, y Trinidad y Tobago. Estados Unidos se inclinó a favor de Gran Bretaña, a pesar de lo esperado por la cúpula militar argentina, que imaginó que este país se mantendría al margen como “agradecimiento” por la colaboración que la dictadura argentina había prestado a la intervención norteamericana en América Central, especialmente en Nicaragua.

El primer ataque británico fue el bombardeo aéreo a Puerto Argentino el 1º de mayo, a días de recuperada su posición en las Islas Georgias. Las mayores pérdidas marítimas fueron dos: el crucero argentino ARA General Belgrano, hundido el 2 de mayo, que provocó la muerte de 323 tripulantes, y el crucero inglés Sheffield, hundido por la fuerza aérea nacional, días más tarde. El 21 de mayo las tropas británicas desembarcaron al noreste de la Isla Soledad. A partir de allí, la aviación nacional luchó tenazmente contra la aviación y la flota británicas; mientras éstas cercaban las posiciones terrestres, lo que empeoraba las condiciones de vida de los soldados argentinos -a las que se sumaban la tensión de la espera por la ofensiva y los bombardeos diarios. La derrota argentina comenzó con los duros combates en Puerto Darwin del 27 y 28 de mayo, y los desplegados entre el 10 y el 14 de junio en los cerros que rodean Puerto Argentino, que concluyeron con la firma de la rendición definitiva por parte del gobernador militar Mario Benjamín Menéndez.

Los soldados argentinos, en su condición de prisioneros de guerra, permanecieron en las islas Malvinas unos días más (en el caso de algunos oficiales y soldados, hasta julio), concentrados en el aeropuerto hasta que fueron embarcados de regreso al continente; primero llegaron a los puertos patagónicos y luego fueron devueltos a sus guarniciones y hogares. En muchos casos en condiciones de semiclandestinidad, con la orden expresa de no hacer declaraciones a la prensa y no contar lo que habían vivido a sus familiares, lo que generó uno de los mayores traumas de la posguerra.

La guerra de Malvinas produjo la muerte de 649 argentinos durante su desarrollo, y heridas a otros 1063. Murieron, asimismo, 255 británicos. Es importante recordar que más de la mitad de estos soldados que integraron las filas del Ejército y la Marina lo hacían en condición de conscriptos. La gran mayoría de ellos tenían entre 19 y 20 años y provenían de distintas regiones del país.

En el contexto de la posguerra, los combatientes protagonizaron destacadas «batallas» políticas y simbólicas por el reconocimiento social. Por un lado, porque enfrentaron la política de borramiento iniciada por la última dictadura militar y por otro, porque debieron disputar su lugar social con una serie de discursos que los fijaba en tres representaciones cerradas: como protagonistas no entrenados del evento bélico; como el retrato del patriotismo de los argentinos; como víctimas del autoritarismo del régimen. Ninguna de estas miradas coincidía del todo con sus propias vivencias de la guerra y la posguerra, atravesadas por dilemas y paradojas. Estas «batallas» por el reconocimiento social debieron ser libradas en el mismo momento en que los ex soldados debían lidiar con los terribles efectos postraumáticos de la guerra y en un contexto de escasa o nula respuesta estatal y social a las demandas de trabajo, vivienda y salud. Aún cuando no hay cifras oficiales al respecto, es un hecho conocido que durante los años de la posguerra se suicidaron muchos sobrevivientes de la guerra.

Dentro de estas batallas por el reconocimiento social, debemos mencionar también aquellas que hicieron posible visibilizar que las mujeres también fueron protagonistas de la Guerra de Malvinas: como instrumentistas quirúrgicas y enfermeras; como personal a bordo de aviones que trasladaban heridos de las islas al continente; como oficiales o personal de buques mercantes con tareas logísticas; o como parte de operaciones de inteligencia. En 2012, la Resolución 1438 del Ministerio de Defensa reconoció las actuaciones de varias de estas mujeres y las filió históricamente con Manuela Pedraza y Juana Azurduy. Treinta años después del conflicto bélico, un documento oficial comenzaba a mirar la guerra con otras lentes que empezaron a desarmar los estereotipos de género. 

A lo largo de toda la historia hombres y mujeres se enfrentaron en guerras para dirimir sus tensiones territoriales, económicas, sociales y políticas, cuyo balance inevitable siempre fue el dolor: pérdidas de millones de vidas, exterminios étnicos, religiosos y sociales, a veces de civilizaciones enteras, daños económicos y destrucciones irreparables, olvido de formas culturales y abandono de creencias, idiomas, costumbres, entre otros. Los conflictos bélicos violan los más mínimos Derechos Humanos y es por eso que las sociedades modernas tienden a resolver sus diferencias en el marco de las negociaciones diplomáticas. La transmisión de modelos pacíficos de resolución de problemas es fundamental para la construcción de naciones más justas, equitativas, libres y democráticas.